Esta buena práctica docente tiene como objeto garantizar la calidad y una activa participación individual en las actividades de aprendizaje en equipo sustentadas en las TIC. Para lograrlo, se necesitan seguir determinados criterios en cada una de las cuatro etapas que constituyen el proceso. Se parte sobre todo del hecho de que el docente no solo diseña y organiza cuidadosamente las actividades que los equipos deberán realizar (para lo cual debe entregar una guía didáctica que especifique el tema y los objetivos de la actividad, las instrucciones claras para realizarla, la forma de entrega de los trabajos por parte de los estudiantes y las bases para su evaluación individual y grupal), sino que además da un riguroso seguimiento a los trabajos de cada uno de los equipos a través de las TIC, que es el canal por el que los estudiantes realizarán y entregarán sus trabajos y dejarán las evidencias de su participación. Al final, a la auto y coevaluación de los estudiantes, se agrega la evaluación grupal e individual por parte del docente y, por su puesto, la realimentación de todo el proceso y de los aprendizajes logrados. Esta práctica demuestra que cuando hay una buena coordinación de la actividad grupal, cuando los roles individuales están bien determinados e interconectados unos con otros y cuando hay espacio para las evidencias de las labores colectivas y de cada uno de los miembros de los equipos, los estudiantes se comprometen más y participan de un modo más responsable en la tarea asignada.